Hablar de sexualidad en terapia puede ser un tema delicado por varias razones. La sexualidad a menudo está rodeada de tabúes, estigmas y normas culturales que pueden hacer que las personas se sientan incómodas o avergonzadas al abordar el tema. Estas barreras pueden influir en la disposición de los clientes a hablar abiertamente sobre su vida sexual. Además, la sexualidad es una parte íntima de la vida de una persona, y muchos pueden sentir vergüenza o temor de ser juzgados al hablar sobre sus experiencias, deseos o dificultades sexuales. Esta vergüenza puede ser una barrera significativa para la comunicación abierta. Por otro lado, muchas personas pueden tener conocimientos limitados o erróneos sobre la sexualidad debido a la falta de educación sexual adecuada, lo cual puede llevar a malentendidos, confusión y sentimientos de ansiedad o inseguridad al discutir el tema.Finalmente, para algunas personas, la sexualidad puede estar vinculada a experiencias traumáticas o a trastornos sexuales, lo que hace que hablar de ello en terapia sea emocionalmente doloroso y difícil de manejar.

A pesar de estos desafíos, hablar de sexualidad en terapia es fundamental, ya que puede ser un aspecto importante del bienestar emocional y mental de una persona. Es por esto que como terapeuta me enfoco en crear un ambiente seguro, sin prejuicios y de aceptación incondicional para que mis clientes se sientan cómodos abordando estos temas sensibles. La relación entre el terapeuta y el cliente es crucial en la terapia, y abordar temas tan personales como la sexualidad requiere un alto nivel de confianza y seguridad. Si el cliente siente que el terapeuta no es comprensivo, informado o abierto, puede ser reacio a abordar el tema, de ahí la importancia de la relación terapéutica, y otros aspectos del terapeuta como la honestidad, la integridad, la proximidad, la autenticidad y congruencia y flexibilidad.

En relación a los trastornos sexuales no existen referencias externas que nos permitan establecer criterios de normalidad, ya que estos están en buena medida determinados por el contexto social y cultural en el que se desenvuelva la persona, además de su propio criterio personal. Por eso, actualmente, la delimitación es especificada por el sentimiento subjetivo experimentado por el cliente en relación con las conductas sexuales. Es por esto, que podemos decir que un trastorno sexual consiste en la experiencia subjetiva de malestar en relación con algún aspecto de la actividad sexual propia, así como la presencia de comportamientos sexuales que producen malestar a otra persona. Para ser diagnosticado como un trastorno el DSM (el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría) se debe tener síntomas en la mayor parte de las ocasiones en que se verifica actividad sexual durante al menos 6 meses, además de inducir malestar o ansiedad con relevancia clínica.

Existen varios tipos de disfunciones sexuales y se clasifican según la fase de la respuesta fisiológica sexual.

Relacionados con la fase de excitación se encuentra:

  1. El trastorno del interés/excitación sexual femenino: El deseo sexual depende de diversos factores, entre otros el impulso inherente de la mujer y su autoestima, la satisfacción sexual previa, la disponibilidad de pareja y una relación de buena calidad con la pareja en otros ámbitos distintos al sexo. El deseo sexual puede suprimirse por una abstinencia prolongada. Puede manifestarse como actividad sexual infrecuente, o como una percepción de falta de atractivo en la pareja. Algunas mujeres desarrollan aversión al sexo, y expresan desagrado ante cualquier contacto genital u otros aspectos del contacto sexual genital. La falta de interés en el sexo es la molestia más común en mujeres que solicitan tratamiento. Cerca de 30 % de las mujeres de 18 a 59 años acepta haber tenido un periodo de por lo menos algunos meses en que tuvo carencia de deseo sexual. Además, puede existir el antecedente de coito doloroso, sensación de culpa, violación u otro trauma sexual durante la niñez o en algún punto de la vida sexual previa de la mujer.
  2. Deseo sexual hipoactivo en el varón: Puede ser primario (vergüenza en torno a la orientación sexual, algún trauma sexual previo, o quizá la preferencia de la masturbación a las relaciones sexuales con una pareja) o adquirido. El adquirido normalmente se desarrolla como consecuencia de disfunciones para la erección o la eyaculación (precoz o tardía). Además, estas pueden derivar de etiologías diversas: diabetes, hipertensión, consumo de sustancias, trastornos del estado de ánimo o ansiedad, o en ocasiones falta de intimidad con una pareja. Por otro lado, otro causa sucede cuando la confianza del hombre en su capacidad para desarrollar o mantener una erección (o satisfacer a su pareja) cede ante un patrón de ansiedad anticipada y falla.
  3. Trastorno eréctil: El trastorno eréctil (TE), conocido también como impotencia, puede ser parcial o completo. Distintas emociones pueden participar en el desarrollo o la perpetuación del TE. Por ejemplo ansiedad, miedo, ira, culpa y desconfianza de la pareja sexual. Cualquiera de estos sentimientos puede distraer de tal manera la atención del individuo, que le hace incapaz de concentrarse de manera apropiada en la percepción del placer sexual.

Relacionados con la fase del orgasmo:

  1. Trastorno orgasmo femenino (TOF): Alcanzar el clímax es complicado para muchas mujeres. Algunos factores psicológicos potenciales son el temor del embarazo, la hostilidad de la paciente hacia su pareja y la sensación de culpa a en torno al sexo en general. La edad, la experiencia sexual previa y la suficiencia del juego preliminar también deben tomarse en consideración para establecer el diagnóstico. Si se consigue la capacidad para alcanzar el orgasmo esta persiste, y con frecuencia mejora a lo largo de la vida.
  2. Eyaculación precoz/prematura: En este caso, el varón alcanza el clímax antes de desearlo—en ocasiones justo cuando él y su pareja se encuentran listos para la penetración. En estos casos el clímax genera decepción y una sensación de fracaso en los dos miembros de la pareja; en ocasiones la consecuencia es la impotencia secundaria. El estrés en una relación puede exacerbar la condición que, por supuesto, conduce a una pérdida aún mayor del control.
  3. Eyaculación retardada: Los varones con eyaculación retardada (ER), tienen erecciones sin dificultad, pero muestran problemas para alcanzar el orgasmo. La ansiedad en torno al desempeño puede generar impotencia secundaria en los individuos mismos. Puede derivar de dificultades interpersonales, temor al embarazo o falta de encanto sexual en la pareja.

Relacionado con la penetración:

  1. Dolor genito-pélvico/penetración: Engloba las categorías de dispareunia y vaginismo. Algunas mujeres experimentan malestar intenso al tratar de practicar el coito. El dolor puede experimentarse como una contracción similar a un calambre en los músculos vaginales (vaginismo) que se puede describir como dolor sordo, punzante o agudo. La ansiedad también puede generar tensión en el piso pélvico, y traer consigo un dolor de intensidad suficiente para impedir la consumación del coito (en ocasiones, durante años). Entonces sucede que la ansiedad sustituye al placer sexual. Algunas pacientes ni siquiera pueden utilizar tampones.

La evaluación de las disfunciones sexuales presenta características específicas por lo que deberemos atender a múltiples factores, no solo personales (orgánicos, conductas y hábitos aprendidos, expectativas, etc.), sino también sociales y culturales.

Mediante la entrevista clínica se recogerá información para obtener una descripción del problema, evolución y determinantes. Se determina si realmente se trata de una disfunción sexual y establecer una primera aproximación a su posible etiología (establecer causas físicas o psicológicas predominantes). También se evalúa la historia psicosexual del paciente, el estilo de vida, la relación de pareja si existe, el funcionamiento médico y psicológico en general.

Según las necesidades de cada caso, mediante autoinformes completamos la información de la entrevista de forma estructurada y rápida sobre las distintas áreas de evaluación. Además, su validación permite comparar los datos  con valores de referencia generales, y servir de criterio para valorar el progreso del tratamiento.

Para profundizar en el área de educación e información sexual:

  1. Cuestionario información sexual (Carrobles, 1991).
  2. Cuestionario de mitos y falacias sexuales (McCary, 1977). Evalúa mitos, errores y falacias en la información sexual.

Para profundizar en distintos aspectos del funcionamiento sexual, creencias relacionadas, historia sexual y relaciones:

  1. Inventario respuestas sexuales (Pion, 1975).
  2. Inventario de actitudes sexuales (Eysenck, 1970).

Para profundizar en fobias, aversión y fantasías:

  1. Cuestionario fantasías sexuales (Wilson, 1978).

Específicamente sobre las relaciones de pareja:

  1. EAM. Escala ajuste marital (Locke y Wallace, 1959). Evalúa a través de 15 ítems las relaciones de pareja y el nivel de acuerdo y desacuerdo en los distintos ámbitos en los que la pareja interactúa
  2. DAS. Escala ajuste diádico (Spanier, 1982). Cuestionario que mide el grado de armonía o ajuste de una pareja.
  3. Inventario de interacción sexual (LoPiccolo y Steger, 1974). Evalúa el nivel de funcionamiento y satisfacción sexual de una pareja heterosexual.

Sobre la disfunción eréctil:

  1. IIEF. Índice internacional de función eréctil (Rosen, Riley y Wagner, 1997).
  2. SHIM. Cuestionario de salud para varones (Rosen et al., 1999).

Eyaculación:

  1. Autotest eyaculación precoz (Gindin y Huguet, 1993).

Para profundizar sobre la función sexual femenina:

  1. FSM. Cuestionario de Función Sexual de la Mujer (Sánchez et al., 2004). Se trata de un cuestionario autoadministrado con dominios que evalúan la actividad sexual (deseo, excitación, lubricación, orgasmo, satisfacción con la actividad sexual, satisfacción sexual general, problemas con la penetración vaginal, ansiedad anticipatoria, iniciativa sexual y grado de comunicación sexual). Las de los dominios descriptivos (actividad sexual sin penetración vaginal, frecuencia de actividad sexual y existencia o no de pareja sexual) no tienen valor cuantitativo y ayudan a reconocer cuestiones importantes en todas las encuestas (frecuencia sexual, existencia de pareja) y en algunas esenciales para el diagnóstico de disfunciones sexuales de las dos personas de la relación.

La observación por parte de la pareja y la autoobservación nos pueden ayudar a recoger información en el ambiente natural sobre las conductas sexuales y cognitivas y motoras relacionadas.

Fuente principal:

  • El Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition (DSM-5) —en español: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5)— es la actualización de 2014 del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, una herramienta de clasificación y diagnóstico publicada por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA, por sus siglas en inglés).

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